Nos has dado a comer lágrimas en vez de pan; nos has hecho beber lágrimas en abundancia..
Salmo 80,5
Las mujeres de tiempos pasados, nuestras ancestras, solían tejer prendas de vestir, cobertores y manteles como parte de su rutina diaria. Esta actividad involucraba el proceso de tejer y, en ocasiones, destejer lo tejido cuando algún punto no se entendía o veía correctamente. De manera similar, al leer la Biblia, debemos deshacer pensamientos que no nos benefician para luego tejerlos a la luz del evangelio de Jesús, quien es la luz del mundo.
En repetidas ocasiones en el Antiguo Testamento, las repercusiones negativas de las acciones humanas son atribuidas a Dios como castigo. En este sentido, el salmo nos interpela: ¿Quién ofrece lágrimas en lugar de alimento? Los análisis bíblicos sugieren que este salmo es una petición nacional en un momento de quiebre, posiblemente en el contexto de la caída de Samaria a manos de los Asirios en el año 722 A.C.
Cuando se experimenta un profundo sufrimiento que parece injusto, a menudo se percibe la ausencia de Dios como abandono o castigo. En momentos así, es necesario desentrañar y reconfigurar nuestras creencias, ya que Dios nos ama y nos guía para discernir las causas que generan sufrimiento y muerte.
En los últimos años, en la región sur de América Latina, la sequía ha sido predominante. Los alimentos se vuelven más costosos y aumenta el número de personas en los basurales, recogiendo la comida que otros desechan porque les sobra y no comparten. Muchos lo hacen con lágrimas en los ojos debido a la escasez. Tanto la sequía como la desigualdad socioeconómica son temas preocupantes. ¿Qué factores las desencadenan? Observamos que tanto la desigualdad económica como la crisis climática son resultado de un sistema capitalista global, orientado hacia la extracción y el consumo excesivo, por lo que puede considerarse ecocida.
Que “Dios amor” nos ilumine para encontrar una nueva forma de habitar este planeta.
Norma Guigou