¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo!, quien por medio de Cristo nos bendijo con toda clase de bendiciones espirituales del cielo.
Efesios 1,3
Para algunos biblistas, este pasaje de la carta a la comunidad de Éfeso corresponde a una bendición pre bautismal en la que se expresa el actuar de Dios por medio de Cristo y la acción del Espíritu Santo en favor de sus hijos e hijas, para alabanza de su gloria.
El bautismo es un sacramento, una señal que la Iglesia practica por mandato de Cristo, a través del cual afirmamos y damos testimonio de la obra de Cristo, por la cual somos adoptados incondicionalmente para ser parte de su pueblo y beneficiarios de la salvación.
Esta adopción incondicional por parte de Dios tiene una significación muy profunda. En tiempos en los que la posibilidad de aceptación está mediada y condicionada por éxitos, méritos o riqueza, experimentar que nuestra dignidad está sostenida por la gracia de Dios constituye un fundamento sólido de liberación para quienes viven exhaustos corriendo agónicamente detrás de estándares de justificación siempre difíciles o imposibles de alcanzar.
Hoy quiero decirte, estimado hermano, estimada hermana, que el Evangelio nos anuncia que tu vida, la mía y la de todas las personas, sin distinción alguna, brillan con la dignidad recibida de Dios por medio de Cristo Jesús y la acción del Espíritu Santo, para alabanza de Dios. Esta dignidad no depende de los éxitos ni se ve devaluada por los fracasos.
Por eso, disfruta de cada logro, pero no te esclavices a ellos. Y que los fracasos no te derrumben, porque el Señor te sostiene y te ofrece la dignidad que Él mismo compró con su vida.
“¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Amén”.
Leonardo Schindler