En ese momento uno de aquellos seres como de fuego voló hacia mí. Con unas tenazas sostenía una brasa que había tomado de encima del altar, y tocándome con ella la boca, me dijo: “Mira, esta brasa ha tocado tus labios. Tu maldad te ha sido quitada, tus culpas te han sido perdonadas.” Entonces oí la voz del Señor, que decía: “¿A quién voy a enviar? ¿Quién será nuestro mensajero?” Yo respondí: “Aquí estoy, envíame a mí”.
Isaías 6,6-8
Este versículo es un llamado de Dios a uno de sus siervos para que se ofrezca como voluntario y se convierta en un mensajero, es decir, Isaías. Además, el texto es tan poderoso en su simplicidad porque con el podemos aprender de que Dios nos llama a todos a ser sus mensajeros.
Aunque no todos tenemos habilidades proféticas como Isaías, tenemos un papel importante que desempeñar en la misión de Dios y de la Iglesia, ya sea como líderes juveniles, laicos, catequistas, voluntarios, o en grupos de mujeres, varones y comisiones distritales.
Aunque suene sencillo, la obediencia del mandato del Señor no es fácil, ya que debemos estar dispuestos a hacer su voluntad si queremos ser siervos fieles de Él.
“Señor toma mi vida nueva
antes de que la espera
desgaste años en mí.
Estoy dispuesto a lo que quieras,
no importa lo que sea
tú llámame a servir”.
(De la canción Alma misionera)
Este texto nos acompañó durante el IERPino 2018, reflexionando y mostrando que somos los mensajeros del Señor, los cuales llevamos un mensaje a dicho encuentro y volvimos con miles más, reflejando así nuestra pasión, amor y confianza en Dios, nuestro Señor. Amén.
Azul María Knecht