7° domingo después de Epifanía
Sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo. No juzguen a otros, y Dios no los juzgará a ustedes. No condenen a otros, y Dios no los condenará a ustedes. Perdonen, y Dios los perdonará.
Lucas 6,36-37
En los tiempos de Jesús, los fariseos, sacerdotes y maestros de la ley eran los guías espirituales del pueblo. Sin embargo, estos guías no eran muy coherentes: decían lo que había que hacer, pero no lo practicaban ellos mismos.
Jesús critica esta actitud e invita a sus interlocutores a ser compasivos.
¿Qué significa ser compasivos? La palabra lo dice: con-pasión; unirse a la pasión (el sentir) del otro. Es decir, ubicarnos en igualdad. Si nos acercamos a otra persona, debe ser desde un lugar de igual dad. Solo así podremos sentir lo que siente el otro, poniéndonos en sus zapatos. Esto también es amar. Ser compasivos nos lleva a no juzgar, a no condenar, a perdonar y a dar generosamente.
Alguien dijo que las personas que nos rodean son como nuestros espejos. A veces, nuestra pareja, nuestros padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo u otras personas a nuestro alrededor tienen características que no nos gustan, y tendemos a juzgarlas y criticarlas.
Quizás, antes de juzgar, deberíamos preguntarnos si nosotros mismos no tenemos o hacemos muchas de las cosas que criticamos en los demás y que, de alguna manera, nos reflejan.
Nadie es perfecto. Somos simplemente seres humanos que vivimos en este mundo que Dios nos ha prestado.
Querido Dios, ayúdanos a ser compasivos con todos los seres de este planeta, para que nuestra vida y la de todos sean cada día un poco mejores. Amén.
Juan Dalinger