Domingo 2 de marzo

 

Último domingo después de Epifanía (Transfiguración de nuestro Señor)

 

Cuando aquellos hombres se separaban ya de Jesús, Pedro le dijo: Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Pero Pedro no sabía lo que decía.

 

Lucas 9,33

 

Muchas veces, Dios nos regala experiencias singulares en las que participamos de adelantos del cielo.
Yo lo he experimentado en algunos cultos y en retiros: de pronto se advierte una atmósfera particular, nos sentimos todos iguales, el amor fraterno fluye naturalmente, disfrutamos de la compañía de los hermanos en Cristo. El momento de la transfiguración de Jesús es comparable a estas experiencias por esa sensación de “cielo en la tierra” y solemos tener el mismo impulso de Pedro: “Esto es tan lindo, ¿por qué no nos quedamos?”. Pero en el calendario de Dios aún no es el tiempo del cielo. Los momentos de eternidad se terminan y debemos “volver a la tierra”.
Aunque no podemos prolongar estas experiencias, podemos escuchar a Jesús, el Hijo de Dios, el elegido.
Juan, en su evangelio, llama a Jesús hijo unigénito (único por tener la misma naturaleza) de Dios. Escuchar a Jesús es escuchar a Dios. Recibimos a diario muchas voces; solo es importante escuchar la de Jesús, la que encontramos en los Evangelios. Él nos conduce a la eternidad.
“Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna” (Juan 6,68).

 

Daniel Ángel Leyría

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