Viernes 7 de marzo

Día Mundial de Oración

 

Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación.

 

Romanos 10,9

 

La boca y el corazón, sentimiento y palabra, van de la mano. No basta con confesar a Jesús; es necesario sentir verdaderamente lo que confesamos. La palabra no es solo lo que decimos (para quienes podemos hacerlo), sino que los gestos y las acciones también hablan, y muchas veces más que lo que expresamos con palabras. La coherencia entre sentir y actuar se basa en la resurrección de Jesús como fundamento de la salvación.
¿Confesamos en todas nuestras acciones que creemos realmente en la resurrección de Jesús?
Lo hacemos cuando somos partícipes de acciones que traen una resurrección, una esperanza a las personas con discapacidad.
Lo hacemos cuando decimos no a las acciones que van en contra de la vida, como la contaminación ambiental, la manipulación genética y la interrupción voluntaria del derecho a la vida de otras personas.
Lo hacemos cuando nos negamos a ser partícipes de acciones o sistemas que atentan contra la integridad de las personas.
Pero también podemos hacerlo en nuestros entornos más cercanos (la familia, el trabajo, la comunidad de fe) con acciones que demuestren que en nuestro corazón Jesús ha resucitado, evitando ser contradictorios.
Por ejemplo, a veces hablamos de las grandes crisis sociales que provocan marginalidad y privación de derechos, pero cuando en la iglesia se sienta a nuestro lado alguien que no nos simpatiza, que huele mal o que muestra síntomas visibles de adicción, nos apartamos o cambiamos de banco. ¿Confesamos con la boca y el corazón que Cristo resucitó también para ellos?

 

Pablo Münter

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