Viernes 14 de marzo

 

Ya les he dicho muchas veces, y ahora se lo repito con lágrimas, que hay muchos que están viviendo como enemigos de la cruz de Cristo, y su fin es la perdición. Su dios son sus propios apetitos, y sienten orgullo de lo que debería darles vergüenza. Solo piensan en las cosas de este mundo.

 

Filipenses 3,18-19

 

Ya lo advierte el mandamiento…Yo soy tu Dios, no tendrás otros dioses delante de mí. Y ésta es la parte difícil, creer sin poder registrar con algún sentido en forma directa la existencia de Dios. Pero es lo que Dios nos pide, como ya se lo pidió a Abraham y creyó, y por esa fe fue “heredero de esta tierra”. A través de esa línea nosotros somos herederos de la misma, junto claro, a toda la especie humana pero como especie en general y menos como individuos en particular hacemos honor a esa fe.
Como dice el apóstol, seguimos a otros dioses, más palpables y disfrutables en el día a día. Seguir nuestros propios apetitos es una forma de alejarnos del Dios único. Al seguir estas conductas, también nos distanciamos del prójimo, del necesitado, del alegre y del triste, del que ríe y del que llora, del sano y del enfermo. Nos alejamos de hermanos, hijos y padres. Comenzamos a vivir una vida que, aunque parece plena y llena de apetitos con promesas (y solo promesas) de saciedad, nos vacía de humanidad y del espíritu de Dios.
De eso nos habla el apóstol y eso es lo que advierte. Esto se ejemplifica bien en la novela “El retrato de Dorian Gray” de
Oscar Wilde. Recomiendo leerla a la luz de las advertencias de Pablo.

 

Norberto Rasch

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