Miércoles 12 de marzo

 

¡Mira bien el cielo, y cuenta las estrellas!

 

Génesis 15,5

 

¿Ya lo has probado? De niña vivía en una gran ciudad, en la mayor zona industrial de Alemania, del tamaño del Gran Buenos Aires. Por la noche, el cielo estaba tan iluminado como el día por todas las luces. De vacaciones en la montaña o en una granja en la soledad del bosque, me gustaba mirar la negrura abismal del cielo. Inclinaba la cabeza hacia atrás hasta que me dolía e intentaba contar los numero- sos puntitos en el espacio, inconmensurables como los granos de arena junto al mar. Así de abundante es la promesa de Dios a Abram, que no desea nada más que hijos como señal de que haya un futuro, de que su vida no carecía de sentido y se perdía en las tinieblas del olvido. Una prueba tangible de que Dios va en serio con su bendición.
¿Cuántas veces miró Abram por la noche al cielo estrellado sobre la tierra oscura y vasta de su largo peregrinaje? ¿Suspiró porque no pasaba nada? ¿Dudó de la promesa de Dios? ¿O se aferraba a ella para no perder la esperanza? Más tarde, Abram fue llamado Abraham, padre de muchos. Dios cumplió su palabra. Esa es también mi esperanza. No creo que se cumplan todos los deseos de mi corazón. Pero nada cambiará la promesa de bendición de Dios. Lo escucho de nuevo en cada culto. Y el cielo estrellado me lo recuerda.
“Que la tierra vaya abriendo un camino ante tus pasos, y que el viento sople suave a tus espaldas. Dios te guarde, Dios nos guarde, en sus manos” (Canto y Fe número 152). .

 

Kirsten Potz

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