2° domingo de Cuaresma
Es necesario que hoy, mañana y pasado mañana siga mi camino.
Lucas 13,33
La predicación de Jesús causó un impacto tan grande que marcó para siempre las vidas de sus oyentes, un antes y un después. Pero no en todos: cuando sus enseñanzas llegaron a oídos de los dirigen- tes de su país, estos, en vez de escuchar, se rebelaron y tramaron la forma de deshacerse de Él. Había que detenerlo para que dejara de molestar y causar problemas. ¿Cómo no? ¿A quién le gusta que le enrostren sus pecados?
Un día, mientras enseñaba, unos fariseos le informaron que Herodes quería matarlo. Le dijeron que huyera, que se cuidara y salvara su vida. Pero la respuesta de Jesús fue contraria a lo esperado: “No me importa lo que diga ese malvado. Aún tengo mucho que hacer, una misión por cumplir”.
Para el Señor, la cruz no es un camino que haya que eludir; tampoco es el final de su historia. La cruz es una estación de paso, previa a otra que define su legado: la tumba vacía. En lo que ocurre allí se fundamenta nuestra fe y esperanza, sirviéndonos de inspiración, guía y fortaleza en la vida diaria. Así es también contigo: después de tu cruz hay mucho más. ¡Y hay mucho que hacer! Cristo quiere que vivamos animados en la esperanza que trae su resurrección; sin miedo, sin sacar cálculos, ni huir de la cruz. Más bien, confiando en sus promesas: “Estaré con ustedes hasta el fin”.
“Sostennos firmes, oh Señor, en la Palabra de tu amor. Refrena a los que, en su maldad, quieren derribar a tu Reino” (Culto Cristiano número 109).
Robinson Reyes Arriagada.