Martes 25 de marzo

 

El Señor dice: “Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir”.

 

Salmo 32,8

 

Como dice la canción: “Los caminos de este mundo nos conducen hasta Dios; hasta el cielo prometido, donde siempre brilla el sol”. Pero, ¿será esto cierto? ¿Realmente los caminos de este mundo nos conducen hasta Dios?
Basta con prender el televisor para encontrarnos con terribles noticias, tan terribles que no parece que se esté hablando de seres humanos.
O cuando te juntas con las vecinas a conversar en la vereda y te enteras de los robos o asaltos que ocurrieron en los últimos días, te llenas de miedo y piensas: “el vecindario ya no es como antes, ¿cómo llegamos a esto?”.
¿En qué momento la indiferencia hacia los demás se hizo tan grande que ya no importa nada más que yo mismo?
El Salmo es claro: “El Señor dice… te enseñaré el camino que debes seguir”. ¿Por qué ya no queremos seguir ese camino, ni escuchar sus consejos? ¿En qué momento nos hemos alejado tanto de la comunión con Dios y con nuestros hermanos y hermanas que ya nada importa, y solo yo importo?
Recordemos que siempre estamos a tiempo de volvernos a los caminos de Dios, acercarnos a Él con un corazón humilde, pedir su perdón y buscar reconciliarnos con nuestro creador. La canción continúa diciendo: “Los caminos de este mundo, enlazados juntos van y entre penas y alegrías hasta el cielo llegarán”.
Los caminos de este mundo no son fáciles de transitar, pero se vuelven mucho más llevaderos si aceptamos que solos no podemos. Si hacemos a un lado nuestro egoísmo y buscamos la guía de nuestro Señor y el apoyo de nuestra comunidad. En esto descansamos.

 

Vania Zanow

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