Martes 17 de junio

 

Pues él no desprecia ni pasa por alto el sufrimiento de los pobres, ni se esconde de ellos. ¡Él los oye cuando piden ayuda!

 

Salmo 22,24

 

A veces sentimos que Dios no nos escucha cuando le hablamos.
A veces sentimos que está mirando para otro lado mientras pasamos por una serie de situaciones difíciles y dolorosas, en las que le preguntamos: ¿por qué tanto? ¿cuándo va a terminar? ¿por qué no me das un alivio? ¿no te das cuenta de que ya no puedo más? Y solo escuchamos el silencio…
Pero, ¿qué esperamos en esos momentos? ¿Un milagro? ¿Una luz? ¿Que mágicamente nuestra vida vuelva a ser como era? ¿Por qué no nos da una señal?
El Salmo 22 nos asegura que Dios “no desprecia ni pasa por alto el sufrimiento de los pobres, ni se esconde de ellos. ¡Él los oye cuando piden ayuda!” ¿Será que no me considera entre los pobres?
Generalmente, lo que pasa es que las cosas no suceden como nosotros queremos. Al pedir ayuda a Dios, tenemos que estar atentos para descifrar cuál es su voluntad, cuál es el camino y qué espera de nosotros.
Dios no se esconde de la persona que busca su ayuda; la abraza y le da fuerza, pero es ella misma la que también debe poner de su parte para salir adelante. Por eso, una y otra vez en los textos bíblicos aparece la imagen de una mujer dando a luz, como una forma de mostrar nuestra relación con Dios, porque el momento del nacimiento es un trabajo compartido entre el bebé y la mamá, al igual que nuestro camino con Dios. Amén.

 

Estela Andersen

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