3° domingo después de Pentecostés
El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios.
Lucas 9,62
En el texto completo del Evangelio, Jesús advierte sobre tres intenciones de seguimiento por parte de diferentes personas:
Al primero le dice que seguirlo implica exponerse a la incertidumbre de no tener un lugar fijo: “Las zorras tienen cuevas y las aves
tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Al segundo le advierte que seguirlo significa romper con las
normas y condicionamientos culturales, tradiciones y costumbres, y salir de los esquemas establecidos que limitan una visión amplia:
“Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve y anuncia el reino de Dios”.
En tercer lugar, seguirlo implica despegarse del pasado y mirar hacia adelante: “El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás,
no es apto para el reino de Dios”.
¿Quién de nosotros, como seguidores, no tiende a mirar hacia atrás? ¿Quién se siente verdaderamente libre y desapegado de marcos, costumbres y normas?
¿Quién se siente tan seguro como para lanzarse a lo incierto?Jesús nos interpela a revisar lo que nos condiciona y, muchas veces,estorba en el camino hacia un seguimiento auténtico, pleno y libre.
Esto también se aplica a nuestras comunidades, que a menudo están más preocupadas por el apego a la conservación de tradiciones que por mantener una visión abierta al mañana, una visión que solo el Evangelio puede brindar.
Jesús nos propone revisar nuestras perspectivas en favor de una visión más amplia, inclusiva y respetuosa, donde todos tengan un lugar y un horizonte hacia el que podamos caminar juntos: la construcción del reino, un mundo mejor.
Para hacerlo, el maestro una y otra vez nos llama y renueva su invitación: “Ven, sígueme, despréndete de lo que ata, frena y condiciona…
confía en lo bueno que vendrá y te espera”. Que Dios nos conceda sabiduría, sensibilidad, atención y apertura para escuchar el llamado y seguirlo. Amén.
Hilario Tech