Martes 22 de julio

 

Tú, Señor, cumplirás en mí tus planes; tu misericordia, Señor, permanece para siempre.

 

Salmo 138,8

 

El sentido de una vida no puede justificarse solamente para el trabajo. En un mundo donde el éxito a menudo se mide por la cantidad de horas trabajadas o el tamaño de la cuenta bancaria, muchas personas se encuentran atrapadas en un ciclo interminable de esfuerzo, sin permitirse descanso, vacaciones, ni tiempo para atender su salud, visitar seres queridos, o dedicar tiempo a Dios y al servicio de los demás.
Este tipo de vida, centrada solo en el trabajo, puede llevar a una profunda insatisfacción. Al final de sus días, aquellos que nunca se permitieron un descanso, que no se dieron el tiempo para cultivar relaciones, cuidar su bienestar, o servir a los necesitados, pueden mirar atrás y darse cuenta de que han perdido algo valioso: la plenitud de una vida vivida con propósito y conexión.
El dinero y el éxito material, al fin y al cabo, no son un fin en sí mismos. Además, todo lo que se acumule quedará para otros que no hicieron ningún esfuerzo para ganarlo, lo que puede aumentar la sensación de vacío y futilidad. Este versículo nos recuerda la importancia de equilibrar el trabajo con el descanso, la espiritualidad y las relaciones humanas. Porque una vida vivida sólo para el trabajo, sin espacio para el cuidado personal, la fe y el amor hacia los demás, es una vida que, en última instancia, puede sentirse vacía y sin verdadero sentido.
Si eres una persona de fe, pide a Dios que te ayude a ver cómo Él cumple sus planes en tu vida, para que no te quedes atrapado en un ciclo interminable de trabajo y logros materiales que solo termina por llenarte de sinsentido. Que puedas encontrar el equilibrio necesario entre tus responsabilidades laborales y las verdaderas fuentes de plenitud: el descanso, la espiritualidad y el amor hacia los demás.
En última instancia, permitir que la misericordia y los planes divinos guíen tu vida te ayudará a vivir con propósito y conexión genuina, disfrutando de una existencia rica y satisfactoria.

 

Eugenio Albrecht

 

 

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