Por eso, habiendo recibido a Jesucristo como su Señor, deben comportarse como quienes pertenecen a Cristo, con profundas raíces en él, firmemente basados en él por la fe, como se les enseñó y dando siempre gracias a Dios.
Colosenses 2,6-7
Al aceptar a Jesucristo como nuestro Señor y salvador debemos entender que hay elementos indispensables para vivir esa fe plenamente. Uno de esos elementos es estar arraigados en Él, con raíces fuertes como un roble, siendo firmes en la fe y en las acciones que llevamos a cabo en su nombre, y teniendo un corazón agradecido.
Me quedo con este elemento, que considero hermoso: un corazón agradecido, tanto por lo bueno como por lo no tan bueno que nos
ocurre a lo largo del camino en esta tierra. Porque en cada situación, somos nosotros quienes decidimos cómo tomarla y cómo utilizarla
para revitalizar nuestra fe.
Quiero compartir una situación personal que viví hace unos años. Creía estar viviendo un cuento de hadas, pero en ese cuento lastimé a personas que realmente amo. No escuchaba razones y cometí muchos errores en el camino, hasta que la realidad no tardó en golpearme. Tuve un accidente, perdí mi trabajo, y nada me salía bien.Estaba enojada con todo y con todos, hasta que un día, en medio de mi desesperación y con un llanto amargo, le dije a Dios: “¡Tata, basta! ¿Por qué todo me pasa a mí?”.
En ese momento, sentí como una caricia al alma que Él me dio. Lógicamente, nada se resolvió de la noche a la mañana, pero las cosas mejoraron poco a poco, y ahí es donde entendí: hay que aceptar la carga y agradecer tanto por lo bueno como por lo malo, porque gracias a ese proceso hoy somos lo que somos.
Me dejé llevar por falsos amigos que no me llevaron a ninguna parte, pero gracias a que nunca perdí esa fe tan arraigada, me apoyé en Cristo. Tardé un poco en encontrar el sentido, pero Dios siempre estuvo ahí. Quiero invitarles a agradecer por todo. La gratitud trae cosas bonitas, incluso cuando no entendemos el porqué. Ese Dios al que hemos aceptado siempre tiene un propósito de vida para cada persona que lo reciba en su corazón.
Paola Dietze