Pero el Señor cuida siempre de quienes lo honran y confían en su amor.
Salmo 33,18
Saber que Dios nos cuida y protege es una certeza que nos permite vivir con tranquilidad y confianza. A lo largo de mi ministerio, he sentido infinidad de veces cómo Dios ha extendido su mano para guardarme de muchos peligros.
Una de las últimas experiencias por las que tuve que atravesar fue un accidente automovilístico de fuerte impacto. A pesar de que el vehículo quedó completamente destruido, pude salir ilesa y caminando para pedir ayuda.
A simple vista, inexplicable. En el fondo, la convicción de saber que Dios es nuestro amparo y quien nos sostiene en nuestra necesidad.
Con frecuencia damos por sentado que salir invictos de algún incidente o esquivar algún contratiempo es pura casualidad, quizás la providencia o el destino jugando a nuestro favor.
Y olvidamos así que aquel que con tanto amor nos creó es también quien nos quiere acompañar en nuestra caminata. Aunque a veces se haga cuesta arriba, aunque a veces nos sintamos como aquel caminante que, en las horas más difíciles, solo podía divisar un par de huellas en la arena. Es que, por momentos, de manera imperceptible, Él nos carga en sus brazos.
Señor, haz que te honremos de corazón y que nunca dejemos de confiar en tu amor. Recuérdanos hoy que esa es la condición para que siempre nos cuides. Amén.
Stella Maris Frizs