Miércoles 13 de agosto

 

¡Aleluya! Dichoso el que teme al Señor, el que halla gran deleite en sus mandamientos. Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los justos será bendecida. En su casa habrá abundantes riquezas y para siempre permanecerá su justicia.

 

Salmo 112,1-4

 

Un profesor de teología, Bohren, dijo: “La felicitación del Salmo 112 debe servirnos como una invitación a no dejar que nuestras vidas sean determinadas por marionetas o fantasmas, ni por el temor del hombre, sino por el Dios de Israel, pues ‘Bienaventurado el hombre que teme al Señor y se deleita en sus mandamientos’”.
La felicitación del salmo se refiere no sólo al temor, sino también al “deleite”. Deleitarse en los mandamientos de Dios es fruto del temor de Dios. La palabra “deleite” también puede traducirse como “placer”, “interés” u “objeto de deseo”. Para quien reconoce a Dios como el Poderoso, el mandamiento de Dios se convierte en un “objeto de deseo”.
Ya no preguntes lo que la gente dice y hace, sino “¿Qué dice y hace el Señor?”. Y es una alegría reconocer que el poderoso y soberano nos da buenos mandamientos en este mundo para que no estemos solos ni desamparados. Es una alegría experimentar que su palabra conduce a la vida. Es una alegría comprobar que sus mandamientos son instrucciones para nosotros.
Sus mandamientos son instrucciones para nosotros, para que podamos actuar conforme a sus promesas. Nos ha prometido todo un futuro. Quiere darnos una tierra nueva y un cielo nuevo, una tierra sin miedo. Él, que puede destruir total y eternamente, quiere recrear total y eternamente. Y por eso debemos temerle, para no faltar a su promesa y poder entrar en esta nueva creación.

 

Erica y Wilhelm Arning

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