Martes 26 de agosto

 

El hombre justo será siempre recordado.

 

Salmo 112,6

 

¿Acaso el injusto merece el olvido? Me lo preguntó a modo de respuesta.
– La memoria debe ser justa y servir de maestra -siguió. Es la forma en la que podemos humanamente evolucionar. La injusticia no merece el premio del olvido. El injusto tampoco.
Me quedé pensando. No era para menos. La memoria tiene sus categorías. El recuerdo es una. Es cierto que a la injusticia y al injusto no debe olvidarse, pero recordar es más que rescatar del olvido. Recordar, etimológicamente significa volver a pasar por el corazón. Y ésa es la categoría en la que cabe “el hombre justo”, quien se vuelve testigo del Evangelio, reflejo del reino de justicia que anuncia.
Testigo es una palabra clave en el Evangelio. Es el lugar que nos corresponde como discípulos de Cristo. Significa dar fe de nuestra confianza en él y nuestro compromiso como sus seguidores.
Como comunidad cristiana nos caben las palabras del Evangelio para Juan el Bautista, “… no era la luz, sino un enviado a dar testimonio de la luz”.
Estamos llamados a ser testigos de esa luz que vino al mundo y no hay oscuridad capaz de apagarla. Estamos llamados a ser testigos más allá de nuestra vida incluso. El recuerdo de quienes nos han dado testimonio de fe permanece aunque las personas no estén. Forman parte de esa “inmensa nube de testigos” que tenemos a nuestro alrededor, para decirlo en las palabras de la carta a los Hebreos.
Así, será recordado “el hombre justo”. En quienes se vuelven testigos están los pasos hacia quien es el camino, la verdad y la vida.

 

Oscar Geymonat

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