Con los malvados no pasa lo mismo, pues son como paja que se lleva el viento..
Salmo 1,4
A lo largo de mi vida, he escuchado en más de una ocasión expresiones como: “Se la pasa haciendo el mal y siempre le va bien”, o “Con todo el mal que ha hecho nunca le ha pasado nada malo”. Estas frases reflejan una lógica implícita que presupone que, tarde o temprano, quienes hacen el mal recibirán su merecido. Es como dice el dicho popular: “Quien mal anda, mal acaba”.
Quizás no haya nada de malo en reflexionar sobre estas cuestiones, pero lo negativo radica en que al hacerlo, de alguna manera estamos deseando el mal para otros. No solo eso, sino que también nos estamos colocando en el papel de jueces al suponer, primero, que ciertas acciones están mal, y luego, al emitir un juicio o dictar un veredicto al respecto.
Aquí es donde deberíamos recordar que todo juicio corresponde a Dios y que, tarde o temprano, cada uno experimenta las consecuencias de sus decisiones erróneas o de sus malas acciones. Esta es la enseñanza contenida en la cita bíblica previa.
La experiencia de fe del salmista lo lleva a exclamar: “Los malvados… son como paja que se lleva el viento”. Su afirmación se basa en la confianza depositada en un Dios que no deja la maldad sin castigo, un Dios que juzga con rectitud. Quienes viven en la maldad, desobedeciendo la voluntad divina y sin cumplir sus mandamientos, tarde o temprano enfrentarán las consecuencias. Por ello, es importante reflexionar sobre nuestras acciones, palabras y gestos, ya que también nosotros podríamos ser arrastrados por el viento.
Gladys Esther Heffel