Oigan esto, ustedes que oprimen a los humildes y arruinan a los pobres del país.
Amós 8,4.
A algunas personas no les gusta hablar de temas económicos en contextos relacionados con la fe. Incluso hay quienes piensan que esos asuntos no le interesan a Dios. Amós no comparte esa opinión.
Un pastor le dijo a un hermano de su comunidad que los seguidores de Jesús deberían aplicar los valores del Reino, como la justicia, la honestidad y la preocupación por las personas empobrecidas, también en los asuntos relacionados con los negocios. El hermano reflexionó y respondió: “Pastor, todo eso está muy bien, pero los negocios son los negocios”.
Amós describe a algunas personas que observan las festividades religiosas, pero en su interior están pensando en cuándo terminará el día del Señor para poder continuar vendiendo a precios elevados y utilizando medidas deshonestas y pesas falsas (Amós 8,5), es decir, para seguir obteniendo ganancias. Tales personas pagan salarios bajos, venden a precios altos y no se preocupan por el bienestar común ni por el progreso de los demás. Son individuos avaros y egoístas que tienen el poder económico para mejorar la vida de la comunidad, pero le agregan agua al pollo antes de congelarlo, para que pese más en la balanza.
Parece que mientras el Dios de lo alto se inclina para levantar a las personas empobrecidas y a las que sufren, algunas personas de alta posición, pero con principios bajos, oprimen a los humildes. El profeta afirma que al actuar de esta manera, arruinan el país.
Es la corrupción del sistema y de los valores. Es la indiferencia de aquellos que piensan: “No me importa tu hambre, lo que me importa es ganarte en el gramo, en el centavo o en los millones”. Asisten a las fiestas religiosas, observan el día del Señor, pero están planeando cómo seguir explotando. De los tales no es el Reino de los cielos.
Jorge Daniel Zijlstra Arduin