Viernes 7 de noviembre

 

En cuanto al regreso de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, les rogamos que no cambien fácilmente de manera de pensar ni se dejen asustar por nadie que diga haber tenido una revelación del Espíritu.

 

2 Tesalonicenses 2,1-2a

 

Alguna vez escuché a alguien quejarse de su pareja, diciéndole directamente: “Ves, ahora dices que no quieres, el otro día habías dicho que sí querías. ¡Has cambiado de opinión! ¿Te das cuenta?”.
Me pregunto: ¿Es malo cambiar de opinión? ¿Estamos obligados a mantenernos firmes con una misma forma de pensar y con las mismas ideas toda la vida? ¿No seríamos así esclavos de nuestro pasado? Gracias a Dios, somos libres para pensar, crecer, aprender y cambiar, una y otra vez.
Qué bueno es observar el crecimiento de una persona que ha podido sanar heridas o madurar en algún aspecto. Pero también es gratificante ver cómo ciertas cualidades se mantienen en las personas que queremos o admiramos, siendo parte de su personalidad o identidad.
En algunos aspectos, no debemos ceder. Algunos son parte de nuestra identidad y debemos conservarlos con atención. Pablo nos enseña que cuando se trata del regreso de Jesús, no deberíamos cambiar fácilmente nuestra forma de pensar. En otras palabras, ante el ruido y las numerosas voces, no deberíamos perdernos ni dejarnos llevar tan fácilmente.
¿Qué voces nos influencian? ¿Sabemos hacia dónde nos llevan? No dejemos que nos asusten.
“Señor, dame Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Dame valor para cambiar las cosas que sí puedo cambiar. Y dame Sabiduría para reconocer la diferencia entre las dos. Amén” (Oración de la serenidad).

 

Jhonatan Schubert

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