Miércoles 26 de noviembre

En los últimos tiempos quedará afirmado el monte donde se halla el templo del Señor. Será el monte más alto, más alto que cualquier otro monte. Todas las naciones vendrán a él.

 

Isaías 2,2

 

Este capítulo de Isaías es titulado “El Señor hará que reine la paz entre las naciones” y nos dice en otro pasaje: “Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro ni a recibir instrucción para la guerra” (v. 4b).
¡Qué hermosa promesa de nuestro Señor! Resuena como un anhelo de paz en este tiempo en el que las noticias muestran tanta muerte, destrucción, desolación, y guerras con pueblos alzados contra otros pueblos.
Nos dice el texto bíblico que todas las naciones se unirán en torno al Señor, y su palabra prevalecerá.
Y nos preguntamos ¿Cómo el Señor lo hará posible? Pienso que el milagro será el entendimiento mutuo, el diálogo. Considero que, como tantas otras veces, somos instrumentos puestos al servicio del buen Dios para hacer realidad esa paz y justicia.
Nadie sabe cuándo será el día o la hora, pero queda claro en la profecía que prevalecerá la paz. Si todas las naciones tienen el mismo horizonte, la misma meta, deben trabajar juntas para conseguirlo. Dirigirse al monte donde se halla el templo del Señor significa adorarlo solo a él y seguir su voluntad.
¿Dónde encontramos su voluntad? En la Palabra. Allí donde encontramos que Dios es amor y no hace distinción de razas, género, ni confesión religiosa. La unión de las naciones será posible porque no hay separación en Dios.
Que Dios nuestro padre y madre haga posible esta realidad de entendimiento y respeto mutuo. Digamos juntos “Hazme un instrumento de tu paz” Señor, Amén.

 

Deborah Verónica Cirigliano Heffel

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