Entonces los ciegos verán y los sordos oirán
Isaías 35,5
Estos versículos forman parte del himno a la alegría y al júbilo de Isaías. Con estas descripciones de una nueva realidad, se acompaña a los que vuelven del exilio; los rescatados van en camino. El gozo es tan profundo que genera una renovación que afecta a las debilidades del cuerpo: los ciegos verán y los sordos oirán.
Marchan, van en camino. Vienen atravesados por el dolor y lo padecido, pero la esperanza es tan segura y la presencia del Señor es tan visible que es su compañía la que hace el paso posible. A través de ella, el consuelo y la fe renuevan los corazones heridos.
Las personas recuperan la esperanza porque descubren a un Dios que los acompañó en sus penurias. ¿Cómo estás atravesando tus desiertos? ¿Le permites a Dios que viaje contigo? La Palabra hoy también nos muestra cómo el Señor reúne y junta para que no caminemos solos, sino en comunidad.
Y de eso se trata el ser iglesia: acompañarnos en los diferentes tramos y recorridos de nuestra vida. En medio de los dolores, las injusticias, y las cegueras y sorderas propias y ajenas, que sea Dios una y otra vez en medio nuestro para guiarnos, sostenernos, renovarnos y alumbrarnos. Te deseo una bendecida caminata, hermana, hermano.
“No nos iluminó para dejarnos regresar, nos llevará a la tierra que nos prometió, y que ninguno de sus hijos/as viva con temor, nos llevará a la tierra que nos prometió” (Canto y Fe número 104).
Marisa Andrea Hunzicker