Por eso le era necesario ser semejante a sus hermanos en todo: para que llegara a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiara los pecados del pueblo.
Hebreos 2,17
Ser misericordioso demanda una profunda empatía. Hacerse “semejante a sus hermanos”, dice Pablo. El Hijo de Dios, que no necesita nada de nadie, se hace frágil para experimentar la gracia de ser auxiliado, sostenido…
El que nada necesita, no tiene cómo experimentar esta bendición de ser ayudado por gracia, sin tener cómo retribuir esa acción.
Así de simple y profundo es el plan de nuestro Dios en el mundo: Él, que es todo en todos, elige despojarse, sentir en su cuerpo la necesidad y la solidaridad de quienes, como Él, son objeto y sujetos del amor.
En un mundo donde se exalta el éxito individual,
donde el otro se ha convertido en un enemigo,
Dios insiste en hacerse semejante a nosotros,
rescatar la fragilidad como un don,
la humanidad como deseo del creador,
la sensibilidad como un regalo.
En este mundo fragmentado por el odio,
El Hijo se hace hermano,
nos llama a volvernos a nuestro Padre,
a dejarnos guiar en la misericordia,
a sabernos reconciliados en el amor.
Que Dios nos dé la fortaleza de reconocernos necesitados y frágiles ante El, para tener la gracia de ser consolados y sostenidos en su misericordia.
Peter Rochón