Queridas hermanas, queridos hermanos de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata y de la ecumene:
Saludo a ustedes con las palabras que son el fundamento, y que le dan sentido y su razón de ser a los festejos y celebraciones de la Navidad. Son las palabras que pronunció el ángel que se les apareció a los pastores en las cercanías de Belén: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un establo.” (Lucas 2,10-12)
¡Al fin una buena noticia!
Los informativos radiales, televisivos y de los diarios no siempre traen buenas noticias. Las buenas noticias parecieran no ser noticias, pues “no venden”, son irrelevantes. La difusión de alguna buena noticia se toma con frecuencia como una excepción, como algo casi anormal, como cuando se cuenta que un niño encuentra un portafolio con dinero y lo devuelve a su dueño. En nuestra sociedad las noticias que trascienden no son precisamente las buenas noticias, sino aquellas que dan cuenta de situaciones de violencia, de dolor, de destrucción y muerte. Hay también otras noticias que, por ser inconvenientes, los medios de comunicación callan.
Dios rompe esa lógica, y envía a su mensajero a llevar una buena noticia, la cual será motivo de gran alegría, no solamente para aquellos receptores originales del mensaje, sino para todo el mundo, y también para nosotros hoy: el nacimiento de nuestro Salvador, Mesías y Señor.
Un niño nacido en condiciones sumamente precarias, hijo de padres forasteros, migrantes, obligados a desplazarse para cumplir con un decreto imperial, llevando las mínimas pertenencias, ese niño frágil e indefenso es precisamente el Salvador.
La señal que serviría como prueba de la veracidad de la noticia, y del mesianismo de ese Niño, podría haber decepcionado a cualquier persona: El ángel habla de pañales y de un establo, signos inconfundibles de la humanidad y la humildad del Salvador recién nacido.
Aquellos pastores del campo eran, igualmente, personas marginadas y menospreciadas por la sociedad civil y religiosa de su tiempo. Sin embargo, Dios siempre elige con criterios diferentes a los nuestros. Ciertamente, Dios va a contramano de las expectativas humanas. Viene a nuestro encuentro para salvarnos de la esclavitud y de la opresión de todos los poderes destructivos, no utilizando los mismos métodos y la misma lógica del poder, sino, renunciando a la soberbia, a la violencia y al uso de las armas. Él actúa por medio de su infinito amor, de su humildad, su servicio, su entrega y sacrificio.
En estos tiempos, somos sorprendidos y agobiados todos los días por malas noticias. Y parecieran predominar la fuerza del mal, la violencia y las injusticias en nuestra sociedad y en el mundo. Con frecuencia tenemos la sensación de estar a merced de las decisiones de los “emperadores” de nuestro tiempo, con sus modelos y programas económicos, cuyas consecuencias son el incremento del número de migrantes que llegan a la región, el creciente índice de desocupación, el agravamiento de la pobreza, la acentuación de las medidas represivas, entre muchas otras.
En medio de esta realidad, llega a nosotros, y a todas las personas, la buena noticia: El Salvador, el Mesías y Señor, ha venido al mundo para rescatarnos, y está junto a nosotros para darnos valor y coraje, a fin de seguir trabajando con amor, compromiso y esperanza por mayor justicia, para la superación de la pobreza, por la inclusión de los migrantes y la vigencia plena de sus derechos, y para ayudarnos a reconocer y testificar enérgicamente que cualquier sistema económico debe estar siempre al servicio del ser humano, y nunca el ser humano ser rehén de aquél.
Me despido de ustedes deseando que, gracias a esa buena noticia tengan todos y todas una bendecida Navidad y un venturoso Año Nuevo, celebrando con fe y esperanza la presencia de Jesús entre nosotros.
Bernardo Raúl Spretz
Pastor Vicepresidente
en ejercicio de la Presidencia