Culto completo del Domingo de Pascuas

 

BUENOS AIRES / Argentina | IERPcomunica – Este domingo de Pascua el Pastor Presidente Leonardo Schindler estuvo a cargo del culto central de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP). El mismo fue transmitido por el canal de YouTube el domingo 12 de abril. La celebración se realizó en formato online tal como se viene celebrando las últimas semanas, a partir del aislamiento obligatorio que se lleva a cabo para frenar la pandemia de coronavirus COVID-19 en todo el mundo.

La celebración podrá ser seguida por el canal de Youtube de la IERP

 

Estimados hermanos, estimadas hermanas, ¡Cristo Vive, verdaderamente vive! Aquel que vivió íntegramente y hasta final en comunión con el Señor, cumpliendo su voluntad al extremo de perder la vida en ello,  ha sido rescatado de las fauces de la muerte.

Por eso el día de Pascua celebramos la gran victoria de Dios que da esperanza en medio de las cruces al tiempo que  fortalece para el compromiso en favor de un mundo más humano y ecológico

Tal como lo señalaba recién, Cristo Jesús vivió creyendo siempre en un Dios de amor que sueña para sus hijos e hijas y para toda la creación una Vida Nueva, restaurada, imagen y semejanza de aquello que él creo.

 Y sostenido en esa Fe, Jesús convirtió su vida en un testimonio del Reino de Dios. Con palabras y con hechos poderoso anunció la irrupción de una nueva realidad en la que la voluntad de Dios se cumplirá en la tierra así como en el cielo, y en la cual habría de revertirse la situación de los más castigados, humillados, maltratados, débiles y pequeños.

En el Reino del Dios de amor que Jesús anunciaba, Será Dios mismo quien hará posible que los excluidos y las excluidas de este mundo sean los privilegiados y  las privilegiadas de Dios, no porque sean más buenos o mejores que otros u otras, son pecadores o pecadoras tanto como los demás, sino porque la alegría de Dios consiste en reintegrarlos, en quitar de sus espaldas las pesadas cargas que han tenido que soportar por tanto tiempo, en devolverles la dignidad que les ha sido arrebatada.

Por supuesto que semejante anuncio dio lugar a confrontaciones con quienes habían convertido a Dios en juez que actuaba en base a los méritos de las personas y así entonces castigaba con enfermedad, pobreza y sufrimiento a los pecadores y bendecía con riqueza y privilegios a los justos. La justicia divina fundada en la Gracia y el amor de Dios era un escándalo para quienes siempre hablaron de merecimientos. Por eso las confrontaciones con los fariseos y maestros de la ley.

Aunque no solamente con ellos confrontó Jesús. En su última semana de vida,  Jesús y sus discípulos se dirigieron a Jerusalem. Allí estaban las verdaderas autoridades: los jefes de los sacerdotes y los ancianos, es decir, las autoridades del Sanedrin. Y en Jersusalem, Jesús  denunció a la religión del sacrificio con la cual oprimían al pueblo, echó de las proximidades del Templo a los cambistas y vendedores de animales, y acusó a todos de haber convertido a la casa de Dios en una cueva de ladrones. Y todo ello con un solo y único propósito e intención: Señalar claramente el modelo opresor a fin de que sus víctimas se liberen de él.

Sin embargo, estimados hermanos y estimadas hermanas, no todo sale como uno espera. Y es que todos los elementos que utilizamos para intervenir en la historia tienen un objetivo, una expectativa, pero también sus límites y posibles distorsiones.

Jesús ataca a la religión del Templo y a sus autoridades por ser responsables de una opresión religiosa que solo servía para consagrar a los poderes temporales.

Pero el Templo no era solo eso. También servía como fuente de ingreso a la mayoría del pueblo oprimido que vivía en Jerusalem y que esperaba las fiestas religiosas y los sacrificios para hacer una moneda. Para muchos de los oprimidos, el Templo era un mal necesario.  Y las autoridades religiosas se aprovecharon de esa situación y lograron  convencer  no solo a Judas sino también al pueblo que clamó  crucifixión de Jesús cuando hacía unos pocos días atrás lo había recibido con palmas y con  gritos de aclamación mesiánica.

Podríamos decir que de alguna manera Jesús fue una víctima de esa dinámica histórica en la cual los poderosos acomodan las cosas de tal modo que siempre salen ganando, incluso a veces con el apoyo de sus propias víctimas. 

Sin embargo, y pesar de eso, no dejó de confiar. Y si bien llegó a gritar las palabras del salmista: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado? como esperando que Dios responda la razón de su ausencia, lo cierto es que finalmente se entrega a ÉL para convertir  ese acto de fidelidad en un acto de amor en favor de todos. Muere cargando los pecados del mundo, reemplaza al Templo y se convierte en todo aquello Dios es capaz de dar gratuitamente: amor, perdón, reconciliación, aceptación incondicional.

Ahora bien, estimados hermanos y estimadas hermana, es posible que a esta altura del mensaje muchos de ustedes, muchas de ustedes se estén preguntando quien está confundido, si ustedes o yo. ¿Se trata del culto de Pascua o el del viernes santo? Estamos celebrando el culto de Pascua. Sin embargo sucede que para dimensionar el valor que tiene la Pascua es fundamental mirarla a la luz de la obra de Cristo que culmina en la cruz. 

Porque la resurrección de Cristo Jesús es la gran respuesta de Dios al grito desesperado y a la entrega fiel. Es la respuesta de Dios a  la crueldad de la cruz, esa que cargó su Hijo, y la que se ven obligados y obligadas a cargar las víctimas de la maldad de este mundo  cada día.  Es la gran respuesta de Dios a las víctimas del poder de la mentira, del odio, de la violencia machista, de la bala del gatillo fácil, de la indiferencia, del maltrato xenófobo, sexista, del autoritarismo y la arbitrariedad, de las exigencias constantes y al mismo tiempo vacías de misericordia; a la pobreza y el hambre, a la indigencia, a las oportunidades que se cierran cada día.

Es la gran victoria de Dios sobre las muertes tempranas, injustas, violentas, evitables, esas que no se pueden entender pero que se siguen sucediendo.

La resurrección  es la gran respuesta de Dios a quienes con  fidelidad sostienen su fe y confianza en el Señor a pesar de las adversidades.

Desde aquella gloriosa mañana de la Pascua lo que comenzó a brillar y para siempre es la victoria de Dios sobre  el  poder del pecado y de la muerte. Ya nada podrá detener el proyecto de Dios de redimir a los que lloran, de dar pan a los que tienen hambre, salud a los enfermos, vida a los que mueren.

Y si bien es cierto que la respuesta de Dios ha venido desde afuera de la historia, con un hecho que pareciera ser un paréntesis en medio de ella – único e irrepetible-  eso no significa que su victoria no tenga sus implicancias en ella. Las tiene desde el momento en que es el Señor Resucitado quien convoca a sus discípulos, a la iglesia, a ustedes, a mi a que seamos testigos con palabras y con obras  de la victoria de Dios y del proyecto del Reino. 

En ese sentido, la resurrección de nuestro Señor se convierte en motivo de esperanza para todos aquellos y todas aquellas que con coraje, entrega, pasión y amor hacen lo que está a su alcance, con aciertos y con errores, en favor del Reino que vendrá. 

Y si bien es cierto que en el camino nos vayamos encontrando con los mismos enemigos del Reino con los cuales se cruzó Jesús, confiemos y aceptemos con fe que ¡Cristo vive, verdaderamente vive!

 Que sea tu Reino en medio nuestro, Señor. Amén.

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