La celebración cuenta con la participación de laicos y ministros de diferentes distritos de la IERP, con una liturgia para recordar la pasión y la muerte de nuestro Señor Jesucristo. La dinámica consta de imágenes, que traen a la memoria el acontecimiento de Cristo, pero a su vez ayudan a reflexionar sobre el dolor del pueblo y el de cada uno propio.
Sin embargo, el mensaje que queda es que a pesar de la muerte y la destrucción, la presencia de Dios no es sólo una promesa, sino una realidad y una esperanza que permanece siempre en el horizonte de la comunidad.