Introducción: Esta liturgia de Viernes Santo está pensada para ser vivida como una experiencia comunitaria de recogimiento, silencio y entrega. Es importante que quienes la coordinen dediquen tiempo a preparar el espacio, los símbolos y la participación de las personas, de manera que todo facilite la reflexión profunda y el acompañamiento mutuo. No se trata de una obra teatral ni de una dramatización, sino de una celebración sobria, íntima y participativa, en la que la comunidad camina espiritualmente hacia la cruz, no como espectadora, sino como parte del cuerpo dolido y esperanzado de Cristo.
Se recomienda designar con anticipación a las personas que leerán las lecturas bíblicas, las oraciones o guiarán los momentos participativos. También es importante preparar el espacio con sencillez, belleza y simbolismo, como también fomentar un clima de silencio respetuoso desde el inicio hasta el final.
Elementos necesarios para la liturgia
– Una cruz de madera grande, visible para toda la comunidad (puede estar recostada o de pie).
– Una mesa pequeña o soporte junto a la cruz para colocar los elementos simbólicos.
– Tres clavos grandes y un martillo (se utilizarán durante la liturgia).
– Papeles pequeños y lápices o biromes para que cada persona escriba su palabra.
– Una tachuela o chincheta por persona (o algunas compartidas) para clavar los papeles en la cruz.
– Piedras pequeñas o velas si se realiza el gesto opcional del abandono.
– Una campana pequeña o algún sonido suave (para marcar el momento de silencio prolongado).
– Iluminación tenue o velas (opcional, según el horario y el clima).
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Introducción (para ser leída al comenzar)
Quien preside dice:
Hermanas y hermanos en la fe:
Hoy no venimos a representar una historia lejana. Venimos a participar del misterio de amor más profundo: Cristo crucificado.
No venimos a actuar un drama. Venimos a estar junto a la cruz. A mirar el dolor de Jesús, a dejarnos tocar por su entrega, a traer nuestras propias heridas, y a abrazar con él el sufrimiento del mundo.
El silencio que nos envuelve esta tarde no es ausencia. Es un silencio que habla, que grita, que consuela.
El Viernes Santo es un tiempo para clavar en la cruz nuestras angustias, nuestras cargas, nuestros miedos… y también nuestra esperanza.
Les invitamos a caminar esta liturgia con corazón abierto, con respeto, y con la certeza de que la cruz no es el final.
Elemento central: la cruz
En el centro del espacio se ubica una cruz grande de madera, recostada o erguida, visible para toda la comunidad.
Al pie de la cruz, una mesa con tres clavos grandes, un martillo, papel y lápices.
Liturgia en tres momentos: los tres clavos
Cada momento sigue la misma estructura:
Lectura bíblica
Breve meditación o reflexión
Símbolo del clavo (se clava el clavo en la cruz)
Oración o canto breve
Silencio o participación comunitaria
Primer clavo: La injusticia
Lectura: Marcos 15:6–15
(Pilato entrega a Jesús para ser crucificado, por presión de la multitud)
Reflexión:
Jesús fue condenado injustamente. El inocente carga con la violencia del poder, la hipocresía religiosa, el grito de una multitud manipulada.
Hoy, muchas personas también son víctimas de sistemas injustos: los pobres, los migrantes, las mujeres violentadas, los pueblos originarios, la creación misma…
Jesús no es ajeno. Está allí, en cada cuerpo injustamente herido.
Acción simbólica:
Se clava el primer clavo en la cruz.
Palabras mientras se clava:
“Por las veces que callamos frente a la injusticia, Señor, ten piedad.”
Oración:
Señor crucificado,
nos duele tu dolor.
Nos conmueve tu entrega.
Haznos sensibles al sufrimiento del mundo.
Enséñanos a no mirar para otro lado.
Amén.
Canto sugerido:
“Perdón Señor, perdón” o un Kyrie sencillo.
(Se puede cantar en forma de letanía: Por las víctimas de la injusticia, Señor, ten piedad… y otros motivos que surjan)
Segundo clavo: El abandono
Lectura: Marcos 15:33–34
(“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)
Reflexión:
Jesús grita desde la soledad más profunda.
El que abrazó a tantas personas en su dolor, ahora se siente abandonado incluso por Dios.
Ese grito atraviesa los siglos. Lo gritan quienes sufren depresión, los que sienten que Dios guarda silencio, quienes perdieron seres queridos, quienes no tienen consuelo.
Acción simbólica:
Se clava el segundo clavo en la cruz.
Palabras mientras se clava:
“Por las veces que abandonamos a quienes nos necesitan, Cristo, ten piedad.”
Oración:
Jesús, hermano nuestro,
en tu grito está el nuestro.
No nos abandones cuando ya no podamos orar.
Acompaña a quienes se sienten solos.
Y haznos comunidad para sostenernos mutuamente.
Amén.
Participación:
Se puede invitar a que, en silencio, quienes lo deseen acerquen una piedra o una vela y la dejen al pie de la cruz, como señal de las cargas que cada persona lleva.
Tercer clavo: El amor entregado
Lectura: Juan 19:28–30
(“Todo está cumplido”)
Reflexión:
Jesús muere. Su vida no fue arrebatada: fue entregada. Su amor no se apagó: se ofreció.
La cruz, símbolo de tortura, se convierte en el lugar de mayor compasión.
Todo está cumplido. No significa “todo terminó”. Significa: el amor llegó hasta el final.
Acción simbólica:
Se clava el tercer clavo en la cruz.
Palabras mientras se clava:
“Por las veces que no supimos amar, Señor, ten piedad.”
Oración:
Gracias, Jesús,
por amarnos hasta el extremo.
Por no responder con odio.
Por confiar, incluso en el dolor.
Por cumplir, en la cruz, la promesa del Reino.
Haznos discípulos y discípulas de tu amor.
Amén.
Silencio largo:
(Se puede apagar una vela o tocar una campana suave para marcar el inicio del silencio)
Gesto final: Clavar nuestras palabras
Quien preside dice:
En esta cruz clavamos hoy también lo que queremos entregar:
nuestra angustia, nuestras culpas, nuestro cansancio,
nuestros sueños, nuestra fe frágil.
Les invitamos a escribir una palabra —una sola palabra— en un papel: algo que quieran clavar en esta cruz.
Luego, en silencio, se acercan y la clavan, como un acto de entrega.
(Mientras tanto, puede sonar música suave o mantenerse el silencio)
Oración final
Señor de la cruz,
tu cuerpo clavado no es derrota, es esperanza.
Tu silencio no es vacío, es presencia.
Tu muerte no es el final, es el comienzo.
Guíanos desde esta cruz hacia la vida.
Amén.
Cierre
No se canta un aleluya ni se da la bendición final.
Se puede finalizar con una lectura en voz baja de Isaías 53 o un poema.
Se invita a retirarse en silencio.