25° domingo después de Pentecostés, 32° en el año
Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.
Marcos 12,43-44
La historia de la viuda pobre es un relato que se asemeja mucho a la realidad de nuestras comunidades: hay personas que tienen mucho para dar, pero dan poco, y también hay personas que, a pesar de tener poco, dan generosamente.
En muchas ocasiones, lo primero que notamos en este relato es la mezquindad de aquellos que daban de lo que les sobraba. Sin em-bargo, quiero invitarlos a dirigir nuestra atención hacia la actitud de la viuda pobre. Más allá de la cantidad que donó, creo que es crucial enfocarnos en la generosidad que emanaba de esta mujer.
Desde nuestra perspectiva, podríamos decir: “¡Pobre mujer, da todo lo que posee, los demás deberían dar más!” Pero, ¿hemos reflexionado sobre la alegría y satisfacción que esta mujer habrá experimentado al ofrecer su ofrenda? ¿No será posible que nuestra propia estrechez de miras nos impida apreciar este acto de gratitud? Sin embargo, me llena de alegría ver a diario a personas que dan de sí mismas por completo, ofrecen su tiempo, sus talentos y sus recursos en beneficio de la comunidad y la iglesia.
A veces no las podemos identificar con facilidad como Jesús identificó a la viuda pobre, pero esas personas están presentes con nombres y apellidos en nuestras comunidades, dando testimonio a diario, siendo ofrendas vivas al servicio del Reino de Dios.
Raúl Müller