4° domingo de Pascua
Jesús les contestó: “Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y jamás perecerán ni nadie me las quitará”.
Juan 10,27
Cierta vez, un extraño quiso convencer a un pastor de ovejas de que las ovejas reconocían a su amo no por su voz sino por su ropa. El pastor le respondió que él estaba seguro de que las ovejas lo conocían por su voz. Para probarlo, el extraño y el pastor se intercambiaron sus ropas. El extraño, vestido con la ropa del pastor, se metió entre las ovejas y comenzó a llamarlas imitando la voz del pastor e intentando guiarlas, pero ninguna le siguió. A pesar de estar vestido con la ropa del pastor, las ovejas no reconocieron ni respondieron a la voz del extraño. Sin embargo, cuando el pastor las llamó, aún estando vestido con la ropa del extraño, las ovejas corrieron hacia él, respondiendo de inmediato a su llamado.
Jesús, nuestro buen pastor, camina siempre a nuestro lado. Él tomó la apariencia humilde de un servidor, sufrió en la cruz y murió por nosotros. Él nos invita a escuchar y reconocer su voz en medio de las muchas voces que quieren atraernos. Nos habla a través de su Palabra. Que podamos escucharlo, tener oídos atentos a su llamado, a sus consejos, a sus advertencias y promesas. En medio de las múltiples voces extrañas que intentan llevarnos por caminos de egoísmo, materialismo, individualismo y división, reconozcamos su voz y lo sigamos hasta el final de nuestros días.
A veces el camino es árido, empinado, cubierto de piedras y espinas, pero podemos tener la certeza de que él no nos abandona, sino que camina siempre a nuestro lado.
“Cerca de mi buen pastor vivo cada día; toda gracia en su Señor halla el alma mía. En Jesús, mi Señor, es mi gloria eterna: Él me amó y me salvó por su gracia tierna” (Culto Cristiano número 245).
Bernardo Raúl Spretz