Primer domingo después de Epifanía
Jesús le contestó: “Déjalo así por ahora, pues es conveniente que cumplamos todo lo que es justo ante Dios.”
Mateo 3,15
Este relato siempre fue, para mí, polémico por dos motivos:
Primero por la discusión que gira en torno a si se debe bautizar de niño o de adulto (cuando ya sabe lo que significa) y dentro de esa discusión el sentido del bautismo. ¿Es un ritual de iniciación? ¿Es una decisión personal de cambiar la vida? ¿Es una liberación del pecado original? ¿Se puede volver a bautizar? ¿La confirmación es parte del bautismo?
El segundo punto polémico en este párrafo se da porque aparecen las tres personas de la Trinidad, lo que contradice la teoría de que son tres manifestaciones del mismo Dios.
Son temas para discutir… No voy a profundizar estos temas. Hay personas más capaces que yo para hacerlo. Lo que está claro es que el bautismo marca un cambio radical en la vida de Jesús, porque a partir de este momento comienza su vida pública.
Reconocer el bautismo es para nosotros reconocer que necesitamos un cambio y comenzar a compartir nuestra vivencia de la palabra de Dios. Muchas veces nuestra fe está vacía y por eso no llega a los hermanos más alejados. El bautismo debe ser vivido, si no se convierte en un ritual vacío y sin sentido.
De niño, de adulto o como sea, el bautismo es la señal de que que- remos seguir a Jesús.
Mostrem 2os que somos bautizados y seguidores de Jesús día a día a través de nuestro testimonio.
Pablo Münter
Salm9; Isaías 42,1-9; Hechos 10,34-43; Mateo 3,13-17
Agenda Evangélica: Salmo 89,2-5.27-30; Isaías 42,1-9; Romanos 12,1-8; (P) Mateo 3,13-17