Manténganse ustedes despiertos, porque ustedes no saben el día ni la hora en que el Hijo del Hombre vendrá.
Mateo 25,13

Obviamente es una imagen insoportable: cristianos dormidos o una iglesia dormida. En el texto de hoy, Jesús nos encomienda estar despiertos porque él vendrá, sin aviso previo, inesperadamente.
Dormir es algo muy importante. No podemos vivir sin dormir. Los que sufren de insomnio lo saben. Porque durmiendo no sólo recuperamos fuerzas, también elaboramos las impresiones y las experiencias. Cada uno de nosotros procesa sus vivencias cuando duerme. Pero cada uno lo hace solo. Sueña sus sueños o pesadillas solo.
Pero los que están despiertos tienen un mundo en común. La iglesia es una comunidad donde se procesa el mundo en común. Cuando nos reunimos para estudiar la Biblia o un tema de actualidad desde la fe aparecen muchos más elementos y aspectos que cuando reflexionamos solos. Esa es una manera de mantenernos despiertos. Manteniendo la unión, estudiando juntos y compartiendo nuestras experiencias, entendiendo cuál es nuestra misión y cómo la vamos a encarar. Solos, infaliblemente nos quedaremos “dormidos”, cansados, desalentados, resignados. Perdemos la visión de que “Él vendrá” porque Él es el Señor del mundo y de la historia. Perdemos la esperanza y el horizonte del Reino eterno de Dios. Obviamente es un peligro para el cristiano querer vivir su fe individualmente y solito. Es un peligro porque finalmente su imaginación, sin el correctivo de la comunidad, lo lleva a conclusiones e ideas favoritas personales que pueden apartarse del Evangelio.
El Nuevo Testamento nos llama a una espera activa, a una vida en el horizonte del Reino donde todas las cosas serán diferentes, y ya ahora y aquí hacer lo que podemos, para que las cosas sean diferentes. Así sea un poquito.

Karin Krug

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