Último domingo después de Epifanía (Estomihi)

Seis días después Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.

Marcos 9,2

Vivimos tiempos de incertidumbre en los que la cifra de enfermos y muertos por el coronavirus crece exponencialmente. ¿Habrá personas que conozco y quiero en estas cifras? Aún no lo sé.

¿Cómo será el mundo, el país, el barrio donde trabajo después de la pandemia? No puedo imaginarlo. Mi oración, mi deseo más profundo es que al finalizar esta crisis seamos mejores personas. Que podamos construir sociedades más amigables, ancladas en valores como la justicia social, la solidaridad y el respeto por las diversidades. Aceptando que la vida y la salud de todas y todos son valiosas y sagradas en sí mismas sin importar nada más. Mi ferviente oración es que hayamos entendido por fin, que lo necesario para la vida y la salud: los alimentos y la educación, el trabajo y la vivienda, la recreación y el arte, la tierra, el agua y el aire son el patrimonio común de la humanidad a cuyo acceso y disfrute tiene derecho cada habitante del planeta. Celebremos que todas esas cosas esenciales son dones y bendiciones que Dios provee para que llevemos una vida digna y no meras mercancías que se compran y se venden.

Mientras tanto, en las tinieblas del aislamiento, del temor por la vida y la incertidumbre por lo que vendrá, dejemos que la luz y las palabras de Jesús nos señalen el camino a seguir. Seguro que algunas tonterías todavía diremos y haremos, pero ya no podremos evitar dar testimonio de lo que vimos y oímos.

Sabino Ayala

Salmo 50,1-6; 2 Reyes 2,1-12; 2 Corintios 4,3-6; Marcos 9,2-9

Agenda Evangélica: Salmo 31,2-6.8-9.16-17; Amós 5,21-24; 1 Corintios 13,1-13; Marcos 8,31-38; Isaías 58,1-9a (P)

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print