3º domingo de Adviento
Por ese camino volverán los libertados, los que el Señor ha redimido; entrarán en Sion con cantos de alegría, y siempre vivirán alegres. Hallarán felicidad y dicha, y desaparecerán el llanto y el dolor.
Isaías 35,9-10
¿Cuál camino será el que lleva a los libertados, los elegidos, de Dios? ¿Hacia dónde lleva ese camino?
Sión, el lugar sagrado, donde vive Dios, llegar allí fue la gran esperanza del pueblo elegido. El final del camino, la meta que tuvieron que mantener presente durante la gran peregrinación por el desierto, y a esa tierra prometida por Dios a su antepasado Abraham, llegaron.
Según el profeta será una calzada nueva. No habrá peligros al recorrerla. Todo será trastocado: del desierto brotará agua, no habrá animales salvajes; las personas experimentarán una transformación sensacional: los ciegos podrán ver, los sordos oír, los lisiados caminar. Ese es el “camino sagrado” (v. 9), preparado por Dios.
Cada domingo de Adviento nos acerca un poco más al comienzo de ese nuevo camino.
Hoy el Evangelio recuerda el gran servicio que realizó Juan el Bautista a todos los seres humanos: es que vino a emparejar el camino para el que viene en nombre de Dios. Y viene hacia nosotros. De esa manera podremos entonar cantos de alegría y alabanza a nuestro Dios por sus promesas cumplidas.
Ese nuevo camino de perdón y amor es el camino que Jesús vive, hace realidad.
Reconocerlo, aceptarlo y vivirlo en obediencia y gratitud, nos llenará de felicidad y alegría. Es la manera de trastocar nuestra situación de desánimo, de falta de meta en la vida. Eso será motivo de cantos de alegría y gloria a nuestro Dios.
Es la confianza que ya ahora y en este mundo y en esta vida, estamos con Dios, y allá en la “tierra prometida”, su lugar santo, estaremos en libertad y paz. En un mundo nuevo.
Everardo Stephan
Salmo 146,1.6b-10; Isaías 35,1-10; Santiago 5,7-10; Mateo 11,2-11; Agenda Evangélica: Lucas 3,1–14