Trinidad
Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad.
Juan 16,13
El año litúrgico es como una gran rueda de tiempo que va girando sobre sí misma. Cada momento es una preparación para el siguiente. En esta primera parte del año, hemos vivido la Epifanía (el Dios creador se mostró en el niño nacido en Belén) y el tiempo pascual (Dios se mostró en la fuerza de vida que supera la muerte de la cruz).
Todo este tiempo ha sido una preparación para llegar ahora, en la segunda mitad del año, al tiempo trinitario, donde Dios se nos muestra en el Espíritu Santo, tanto en Pentecostés como en cada uno de los domingos venideros.
En nuestras clases de confirmación, el pastor Arning, para hacernos comprensible la trinidad, utilizó el ejemplo de la naranja. Trajo una fruta a la clase, la peló, exprimió el jugo y dejó el hollejo en un plato. Luego nos preguntó qué parte era la naranja. Después de discutir un rato, llegamos a la conclusión de que la naranja era el todo, pero también cada una de sus partes.
San Patricio utilizó el ejemplo del trébol para explicar al pueblo irlandés la trinidad de Dios: un todo dividido en tres partes que son parte de lo mismo.
Nuestro Dios es uno solo, pero se manifiesta en cada una de sus expresiones: en la creación, en el hermano solidario y en el espíritu que habita en nuestras comunidades de fe.
“Gloria al Padre, que es fuente de toda bendición; gloria a Cristo, su Hijo, que nos da la salvación y al Espíritu Santo que nos une en comunión” (Canto y Fe número 296).
Waldemar von Hof