Sucede tanto con el reino de los cielos como con un rey que hizo un banquete para la boda de su hijo.
Mateo 22,2
Posiblemente a todos y todas nos ha pasado alguna vez que algo que hemos organizado con mucho cariño no ha funcionado como lo esperábamos: los invitados a último momento nos cancelan su participación, en la fiesta se desata una pelea que arruina todo el ambiente o tenemos un problema con la comida y las bebidas… Existen tantas situaciones de este tipo. También sucede a nivel congregacional: organizamos una fiesta y no viene casi nadie porque justo ese día el club también tenía una fiesta, etc.
La pregunta que siempre surge después de pasar la desilusión es si volveríamos a organizar una fiesta o un evento después de haber tenido una experiencia de fracaso. Generalmente optamos por hacerlo, quizás cambiemos algunas cosas, pero por lo general, luego de un tiempo prudente, nos volvemos a animar.
Esta parábola también nos cuenta acerca de una fiesta en la cual muchas cosas salen mal. Sin embargo, la fiesta no se suspende. Se sigue adelante, como se puede, con otros invitados, con planes alternativos, pero la fiesta se hace.
Esta parábola nos demuestra que Dios no se cansa de nosotros, no se cansa de celebrar esta vida que nos ha regalado junto con nosotros. Pienso que esta es una de las grandes maravillas de la vida. Dios en su gracia infinita no se cansa de amarnos, de darnos oportunidades, de intentarlo de nuevo, de perdonarnos y caminar juntos nuevamente… Nuestra vida junto con Dios es como una fiesta en la cual muchas cosas salen mal, pero que igual sigue. Tanto en nuestras propias vidas personales como también en la vida de nuestro mundo siempre tenemos oportunidades de comenzar de nuevo y de continuar andando, aún cuando las experiencias de fracaso y de desilusión también nos rodean.
Dios nuestro, llénanos de tu Espíritu para caminar junto contigo.
Sonia Skupch
