En eso llegó Jesús, se puso en medio y les dijo ‘La paz sea con ustedes.
Juan 20,19-31

Este saludo llega en medio de la preocupación y del peligro que sentían y tenían los discípulos a días de la muerte de Jesús: ellos también eran sospechosos, ellos también podían ser encarcelados, ellos también podrían ser crucificados. Por eso permanecen encerrados.
Este saludo llega en medio de las dudas y de las preguntas que tenían los discípulos ante el relato de una mujer, María Magdalena, que vio y que habló con Jesús resucitado, y que fue enviada por el mismo Jesús a contar las buenas noticias. ¿Por qué se le presentó a ella y no a ellos? Ante la duda, mejor permanecer encerrados.
“La paz sea con ustedes” “Shalom” “Qué alegría poder encontrarme con ustedes. Les deseo bien, alegría, lo mejor de lo mejor” Un saludo tradicional, que no soluciona las cuestiones del día a día, pero sí ayuda a verlas de otra manera: pues ya no estoy yo sola con ellas, sino que alguien más me acompaña, me anima, me ayuda a encontrarle la vuelta.
“La paz sea con ustedes” “Shalom” “Qué alegría poder encontrarme con ustedes. Les deseo bien, alegría, lo mejor de lo mejor” Un saludo especial, pues viene del propio Jesús resucitado. No sólo está la posibilidad de que las cosas puedan ser diferentes, con este saludo está la certeza de que las cosas serán diferentes. Pues la vida es quien ganó la jugada, la alegría y la luz tienen más fuerza y prevalecen, Dios sigue caminando en medio de su pueblo aunque algunos quieran convencernos de lo contrario.
“La paz del Señor, la paz del Señor, la paz del Resucitado: la paz del Señor a ti y a mí, a todos alcanzará… se hace presente ahora y aquí, apréstate a recibirla… no puede vivir encerrada en sí, apréstate a compartirla” (La paz del Señor, Canto y Fe 154)

Mónica G. Hillmann

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