2° domingo después de Epifanía, 2° en el año
Cuando Jesús vio acercarse a Natanael, dijo: “Aquí viene un verdadero israelita, en quien no hay engaño.” Natanael le preguntó: “¿Cómo es que me conoces?” Jesús le respondió: “Te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera.” Natanael le dijo: “Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!”
Juan 1,47-49
Algunas veces, sentimos que Dios nos sorprende. Seguramente todos podemos recordar momentos así; son muy especiales. Muchos de los salmos de la Biblia son así, son rememoraciones de las acciones asombrosas con las que Dios sorprendió a su pueblo. En el texto de hoy el sorprendido es Natanael.
Felipe llama a Natanael porque han encontrado al Mesías. Natanael va al encuentro de Jesús con muchas dudas sobre su mesianismo, pero cuando se encuentra con Jesús exclama: “Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!” ¿Por qué este cambio tan brusco? Jesús con su comentario le informa a Natanael que Él sabe que debajo de la higuera él estaba meditando en el Salmo 32,2. Es por eso que Natanael se asombra tanto: ¿Cómo sabe Jesús mis pensamientos? ¿Cómo supo en qué versículo bíblico estaba meditando? ¿Cómo supo Jesús lo que me preocupa? Natanael se sorprende de cómo conoce Jesús sus pensamientos y preocupaciones íntimas.
Dios nos conoce. Dios sabe lo que nos pasa y lo que sentimos. Dios conoce lo que nos preocupa. Dios sabe de nuestros deseos, anhelos, esperanzas, frustraciones, dolores y, por qué no, de nuestras alegrías.
Nunca lo olvides: a Dios le importa mucho tu vida. ¡Eres muy valioso/a para Él!
Dios es amor. (1 Juan 4,8)
Sergio A. Schmidt
Salmo 139,1-5; 1 Samuel 3,1-10[11-20]; 1 Corintios 6,12-20; Juan 1,43-51
Agenda Evangélica: Salmo 105,1-8; Éxodo 33,18-23; 1 Corintios 2,1-10