Salmo 100
¡Canten alegres al Señor,
habitantes de toda la tierra!
2 ¡Sirvan al Señor con alegría!
¡Vengan a su presencia con regocijo!
3 Reconozcan que el Señor es Dios;
él nos hizo, y de él somos.[a]
Somos su pueblo. ¡Somos las ovejas de su prado!
4 Entremos por sus puertas y por sus atrios
con alabanzas y con acción de gracias;
¡Alabémosle, bendigamos su nombre!
5 ¡El Señor es bueno!
¡Su misericordia es eterna!
¡Su verdad permanece para siempre!
Éxodo 19,2-8a
2 Después de salir de Refidín, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon en el desierto. Acamparon allí, delante del monte. 3 El Señor llamó a Moisés desde el monte, y Moisés subió para hablar con Dios. Y Dios le dijo:
«Habla con la casa de Jacob. Diles lo siguiente a los hijos de Israel: 4 “Ustedes han visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo los he tomado a ustedes y los he traído hasta mí sobre alas de águila. 5 Si ahora ustedes prestan oído a mi voz, y cumplen mi pacto, serán mi tesoro especial por encima de todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece. 6 Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y un pueblo santo. Estas mismas palabras les dirás a los hijos de Israel.”»
7 Moisés volvió y llamó a los ancianos del pueblo, y en su presencia expuso todas las palabras que el Señor le había mandado decir. 8 Todo el pueblo respondió al unísono:
Romanos 5,1-8
Así, pues, justificados por la fe tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, 2 por quien tenemos también, por la fe, acceso a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios. 3 Y no sólo esto, sino que también nos regocijamos en los sufrimientos, porque sabemos que los sufrimientos producen resistencia, 4 la resistencia produce un carácter aprobado, y el carácter aprobado produce esperanza. 5 Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.
6 Porque a su debido tiempo, cuando aún éramos débiles, Cristo murió por los pecadores. 7 Es difícil que alguien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. 8 Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.
Mateo 9, 35—10,8
35 Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, y enseñaba en las sinagogas de ellos, predicaba el evangelio del reino y sanaba toda enfermedad y toda dolencia del pueblo. 36 Al ver las multitudes, Jesús tuvo compasión de ellas porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: «Ciertamente, es mucha la mies, pero son pocos los segadores. 38 Por tanto, pidan al Señor de la mies que envíe segadores a cosechar la mies.»
Jesús reunió a sus doce discípulos, y les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2 Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; luego Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; 3 Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el cobrador de impuestos, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, 4 Simón el cananista, y Judas Iscariote, que después lo traicionó.
5 Jesús envió a estos doce, con las siguientes instrucciones: «No vayan por camino de paganos, ni entren en ciudad de samaritanos, 6 sino vayan más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Vayan y prediquen: “El reino de los cielos se ha acercado.” 8 Sanen enfermos, limpien leprosos, resuciten muertos y expulsen demonios. Den gratuitamente lo que gratuitamente recibieron.