Pero cuando venga el Defensor que yo voy a enviar de parte del Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él será mi testigo. Y ustedes también serán mis testigos, porque han estado conmigo desde el principio.
Juan 15,26-27

Hoy en día, Jesucristo está presente entre nosotros a través de la Palabra y los sacramentos. Su presencia se manifiesta en la acción de su cuerpo, que es la Iglesia, y se revela mediante el paráclito, el Espíritu de consolación. Todo esto forma una unidad indivisible, ya que somos incapaces de llevar a cabo nada si no somos impulsados por el Espíritu, si no nos hace ver nuestros pecados y necesidades, si no nos guía hacia el Evangelio y no nos brinda la alegría de la resurrección. Este pasaje nos presenta a este defensor, y es innegable que necesitamos su presencia, sobre todo en momentos en que percibimos una creciente distancia de la fe en nuestro entorno.
Muchas veces nos sentimos solos como ese Elías que se sentía el único que quedaba, o bien, nos vemos interpelados por las redes sociales cuando lo único que queremos es el bien de nuestros hermanos y hermanas. Terminamos por no “molestar”, por no anunciar el evangelio, por respetar su decisión.
Ese Espíritu debe volver a nosotros para levantarnos, renovarnos con su cena, así como lo hizo con Elías dos veces, necesitamos todos los días entregarnos y decirle, “Señor, soy débil, solo decirte que estoy en tus manos como siervo o sierva porque solo quiero que conozcan tus deseos de bendición del ser humano”.
Oración: Señor, ayúdanos a comprender que no estamos solos en nuestro camino. Bendice nuestras acciones en beneficio de los demás y también bendice mis palabras para que sean salud para quienes lo necesitan.
Alexis Salgado

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