5º domingo de Cuaresma, Iudica

El que no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo.

Romanos 8,9

El desafío es estar abierto de corazón y de mente para la acción del Espíritu Santo. Él se nos ha manifestado el día en que fuimos bautizados para ser parte importante del cuerpo de Cristo. Sin embargo, no basta el acto del Bautismo para decir que ya somos perfectos ante Dios. Mientras nos mantengamos distantes de Cristo, mientras no seamos consecuentes y coherentes con él, no tiene sentido estar bautizados. Sólo si nos mantenemos unidos a Cristo participaremos de su mismo espíritu, que guía nuestros pasos por el camino de la verdad. Si ya hemos sido liberados por Cristo de nuestra esclavitud, de todo lo que nos ata, nos aleja, nos distrae, no permitamos que esto nos domine. Actuemos conforme a las aspiraciones del Espíritu que nos conduce a la vida y a la paz. Cristo dio su vida para que, liberados del pecado, vivamos para siempre junto a él en la gloria del Padre. Si hacemos nuestra su victoria sobre el pecado y la muerte, y sobre nuestros miedos, egoísmos, ansiedades, entonces, aun cuando nuestro cuerpo tenga que padecer la muerte, el Señor le dará nuevamente vida por obra de su Espíritu, que habita en nosotros. Manifestemos signos de vida y no de muerte. El Señor quiere a su comunidad guiada por el Espíritu Santo y no guiada por el mal. Dejemos que el Señor haga su obra en nosotros y, por medio nuestro, haga brillar su luz para todos los que creen en él.                                                                                          

Julio Strauch

Salmo 130; Ezequiel 37,1-14; Romanos 8,6-11; Juan 11,1-45; Agenda Evangélica: Génesis 22,1–13

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