7º domingo de Pascua, Exaudi
Te pido que todos ellos estén completamente unidos… para que el mundo crea que tú me enviaste.
Juan 17,21
Ay, Señor, cómo nos conoces; ¡cuánto sabes del corazón humano! Sabes de nuestras miserias y mezquindades. Conoces nuestros se-cretos más ocultos. Secretos que hablan de nuestros sueños de con-quista y recelos. Sabes, Señor, aún mejor que nosotros y nosotras de nuestras pequeñeces; de los recelos y envidias con los cuales intima-mos; de cada una de nuestras hipócritas acciones.
Y tú nos quieres juntos, Señor; uno con la otra. Como un puzzle maravilloso de conjunción y armonía. Pero desistimos del abrazo, de la generosidad fecunda, de la comprensión de las palabras. Rechazamos tu camino, camino que converge, e inventamos atajos que nos alejan.
Y tú ahí, eterno Dios, levantando puentes que nos unan; y acá el género humano, pobres dioses fatuos, levantando muros que nos cer-quen. Y aquello que fue concebido carne de mi carne, imagen y se-mejanza, hermana y amigo; aquello, digo, se corrompe y separa, se desliga de la otra para asirse a uno mismo.
Y tú insistes, Señor, quieres que estemos unidos, que andemos la vida una al lado del otro. Quieres que unidos como hermanos y discípu-las tuyas, demos testimonio al mundo de tanta misericordia y tanto amor. Que allí donde el mundo pone obstáculos y coloca barreras, seamos simiente evangélica, cimientos del reino. Reflejos de luz maravillosa que en Cristo derramas, para que sea él quien disipe las tinieblas, e ilumine corazones y conciencias. Que allí donde el yo se levante en un ego in-alcanzable, el tú convoque al afecto y al encuentro, a la comunión fra-terna, inacabable. Testimonio de amor en medio de tanto desamor, amor que es compromiso, amor concreto, como concreto lo eterno.
David Juan Cirigliano