17º domingo después de Pentecostés, 27° en el año
Los apóstoles pidieron al Señor: “Danos más fe.” El Señor les contestó: “Si ustedes tuvieran fe, aunque sólo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol: ‘Arráncate de aquí y plántate en el mar’, y les haría caso.”
Lucas 17,5-6
Los discípulos sienten que su fe es pequeña y débil, sienten la necesidad de confiar más en Dios y creer más en Jesús, por lo que le piden ayuda para que haga crecer su fe ya que se sienten limitados y también tienen dudas.
Jesús responde que no es cuestión de mayor o menor fe sino de una fe activa y viva. Se trata de que la fe, aún en pequeñas cantidades, tiene gran poder. La persona de fe tiene acceso al poder de Dios, que hace todo posible – hasta mover árboles y hacerles crecer en agua salada.
¿Cómo logramos entonces esta fe poderosa, activa y viva?
La fe crece mediante la oración, en la búsqueda de Dios en nuestro corazón cada día. Cada vez que reconocemos y agradecemos a Dios por su ayuda nuestra fe crece y se fortalece. Eso nos motiva a seguir creyendo, a confiar y depender de nuestro Padre Celestial.
Pero la fe también se desarrolla y crece cuando actuamos de acuerdo a ella. Los dones que Dios nos brinda se refuerzan cuando los ejercemos y compartimos con el prójimo de manera desinteresada y desde el corazón. No debemos olvidar que creer en Dios, es, ante todo, confiar en su amor infinito hacia nosotros.
Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!
Karina Arntzen
Salmo 37,1-9; Habacuc 1,1-4; 2,1-4; 2 Timoteo 1,1-14; Lucas 17,5-10 Agenda Evangélica: Salmo 104,1a.10-15.27-30.33; Deuteronomio 8,7-18 (P); 2 Corintios 9,6-15; Marcos 8,1-9