Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.

Marcos 10,45

Seguir a Jesús requiere renunciar a muchas cosas, entre ellas, el rechazo de la búsqueda del poder por el poder mismo y el egoísmo humano de vivir una vida centrada en uno mismo.
El ser humano, por naturaleza, tiene la necesidad de sentir que tiene dominio y autoridad sobre otros. La historia de la humanidad así lo manifiesta.
Somos muy propensos a pedir, pero somos muy lentos en dar gloria a Dios y, sobre todo, en servir.
El mensaje de Marcos es claro. Los gobernantes y los poderosos utilizan el poder para explotar al débil. En cambio, en el Reino de Dios, el servicio se instituye como requisito fundamental para los cristianos, ya sea en el contexto religioso, político o económico.
Vivamos una vida profética, renunciemos a la definición que la sociedad o el mundo hacen del poder y a la forma en que suele ejercerse. Trabajemos en favor de la justicia en la sociedad. Renunciemos a los modelos terrenales de crecimiento y éxito. Establezcamos, como cristianos y cristianas, un compromiso serio con los oprimidos sociales, los pobres y las víctimas de la corrupción. Trabajemos en establecer y promover relaciones, prácticas y estructuras en nuestra propia vida y comunidades que desafíen las injusticias y la corrupción prevalecientes en la sociedad que nos rodea.
Este, hermanas y hermanos, es nuestro desafío: vivir una vida de servicio, no de búsqueda de poder personal.

Karina Arntzen

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