Domingo 21 de septiembre

 

15° domingo después de Pentecostés

 

Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.

 

Lucas 16,8

 

A menudo pensamos que las personas astutas, sagaces, nacen con esa cualidad, pero no es así. Astucia es la capacidad y habilidad que tiene un individuo al enfrentarse a una situación que, para cualquier otro, resulta compleja de resolver.
En el Evangelio de hoy, se presenta una parábola un tanto extraña, la parábola del mayordomo infiel, extraña porque parece ser el ejemplo de una mala persona, pero astuta… y en relación con esto, los cristianos… ¿somos astutos? ¿Cuántas veces confiamos en la providencia divina y en que Dios resolverá todas las cosas, volviéndonos espectadores pasivos? ¿Actuamos para que las cosas sucedan o vivimos en piloto automático? Hermanos y hermanas, en cualquier área de nuestra vida deberíamos poner en práctica la “astucia”. Jesús nos invita a hacerlo con diferentes palabras en el Evangelio.
Si contamos con la ayuda y el amor incondicional de Dios, con más razón deberíamos “arriesgarnos” a utilizar con astucia todos los medios para estar presentes en nuestras realidades, proclamando la verdad en este mundo de tantas mentiras, jugándonos en la tarea de administrar con astucia lo que recibimos de Dios, ganando amigos en el camino y creciendo como comunidad. ¿Lo hacemos?
Que nuestro Dios, ese Dios que confía en nosotros y nos ama, nos acompañe a compartir la verdad del Evangelio con astucia y sin miedo a perder.
“Y andaremos por el mundo con fe y esperanza viva, celebrando, cantando, sonriendo, luchando por la vida” (Canto y Fe número 221).

 

Soraya Pereyra

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