Domingo 22 de diciembre

4° domingo de Adviento

Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se le estremeció en el vientre, y ella quedo llena del Espíritu Santo.

Lucas 1,41

Maravilloso encuentro. Como mujeres plenas de cuerpo y espíritu, se saludan con alegría, se preparan para dar a luz: albergan un sueño nuevo gestado con fe.
Muchos encuentros de mujeres contribuyen a una experiencia significativa. El apoyo mutuo de sororidad entre Isabel y María, invita a evaluar cómo nos estamos vinculando actualmente.
Cuando María saluda a Isabel la criatura se estremeció en su cuerpo. Ese sentir y saber corporal es lugar de encuentro con la amiga, con una misma y con Dios, es el sueño de una espiritualidad relacional auténtica. Es un desafío seguir creando comunidad de apoyo, de autocuidado, de sanidad donde el Espíritu Santo habite en nuestros cuerpos y estos sean espacio de acogimiento. De este modo Dios se revela, inesperadamente, en lugares imprevistos.
Dios ya no es concebido como un lugar lejano, afuera y solitario. Se revela en la relación del abrazo y lo cotidiano como un lugar para construir vínculos verdaderos de reciprocidad, solidaridad y respeto. La creación misma es el resultado del poder relacional.
Celebrar el adviento del nacimiento de Jesús, nos moviliza a gestar modelos nuevos de relaciones, ya no basados en el poder centrismo, la competencia, la indiferencia frente al sufrimiento, como modo de vincularnos; sino en el amor, como lugar a habitar con dignidad y libertad.
Isabel y María no quieren estar en el centro. Ellas desean dar a luz nueva vida y, de este modo, nos invitan a una danza circular, en una comunidad de apoyo, de sanidad, de compromiso: sueño de una espiritualidad relacional.

Norma Guigou

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