Den, pues, al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.
Mateo 22,21

Debo confesarles que escuché estas palabras del Señor en muchísimas ocasiones. Por lo general se la utiliza para diferenciar entre aquello que debiera ser de interés para la iglesia y aquello que no, o para desalentar diálogos o posicionamientos en relación a economía o política.
Sin embargo no fue para ello que Jesús utilizó estas palabras.
Nuestro Señor Jesús no tenía la intención de dividir el mundo en dos reinos: uno humano y otro divino, ajeno a cuestiones terrenas, sino más bien dejar en claro que por encima de todo reino se encuentra el Señor, y que es a Él a quien se le debe obedecer.
Decir: “Den, pues al césar lo que es del césar” es reconocer que existe un imperio que exige el pago de tributos. Pero decir también “y a Dios lo que es de Dios” es poner un límite a la exigencia. Porque así como la moneda lleva la efigie del césar, así también el ser humano y toda la creación tiene impresa la imagen de Dios- somos imagen y semejanza suya- Por lo tanto “dar a Dios lo que es de Dios” significa poner un límite a toda exigencia que atente contra la vida de las personas y de toda la creación. El césar podrá exigir la moneda, pero no la vida del pueblo de Dios.
Hoy que todos los límites parecen trasvasados y muchos falsos dioses exigen obediencia, urge que las iglesias nos pronunciemos proféticamente y asumamos un compromiso en favor de una sociedad más justa, pacífica y ecológica.
Que así sea. Amén.

Leonardo Schindler

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