20 º domingo después de Pentecostés, 29º en el año

Den al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios. Cuando oyeron esto, se quedaron admirados; y dejándolo, se fueron.

Mateo 22,21-22

Jesús responde a una pregunta y discusión, no libre de tensión, que le hicieron los fariseos al maestro sobre si está bien pagar los impuestos al emperador romano.

Quienes intervienen en la tramposa pregunta son los fariseos en acuerdo con los militantes políticos que estaban con Herodes. Ponen a Jesús entre la espada y la pared: si su respuesta era afirmativa, los fariseos lo podían acusar de idólatra y de vendepatria. Si su respuesta era negativa, los herodianos lo podían acusar y hasta denunciar por rebeldía y desobediencia de las obligaciones cívicas.

Jesús se da cuenta de las intenciones que lo acorralan y les pide que le muestren la moneda con que se pagan los impuestos. Nadie de todos los presentes podía poner en duda lo que veían: el denario llevaba el rostro del emperador. Jesús concluye que al emperador corresponde lo que lleva su marca.

Pero con la misma dinámica, Jesús les exhorta a todos por igual a reconocerse como hijos de Dios, y descubrir en el propio ser de cada uno las marcas de Dios, en cuanto cada uno de ellos ha sido creado a su imagen y semejanza (Génesis 1,27). Al dador de esa marca que nos distingue debemos dar también lo que le corresponde.

Los seres humanos llevamos la inscripción de Dios, y a él nos debemos con toda nuestra integridad, en clara consonancia con el mandamiento más importante: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. (Mateo 22,36)

Así como resolvemos nuestra vida diaria y material comprando y vendiendo monedas y billetes que llevan el sello del Estado, así también tenemos que vivir nuestra vida espiritual a imagen y semejanza de nuestro Dios, promoviendo su voluntad y denunciando lo que es contrario a ella. Esa debe ser la mayor premisa que anime nuestras vidas. Amén.

Hilario Tech

Salmo 99; Éxodo 33,12-23; 1 Tesalonicenses 1,1-10; Mateo 22,15-22; Agenda Evangélica: Marcos 1,32–39

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