Pero cuando todos estaban durmiendo, llegó un enemigo, sembró mala hierba entre el trigo y se fue.
Mateo 13,25
Si viéramos al mundo y nuestra sociedad como un campo: ¡Cuánta mala hierba o maleza encontraríamos! Y esto quizás sea porque estamos un tanto adormecidos -como sociedad- frente a la realidad.
Odios, ansias de poder, falta de diálogo y más, transformados en guerras y situaciones de muerte que ahogan toda posibilidad de vida.
Discriminación, desinformación, barreras y muros que no nos permiten relacionarnos, comunicarnos y generar lazos personales, entorpeciendo y dañando de esta manera el poder generar un suelo fecundo para vivir mejor como habitantes de este mundo, nuestro gran hogar.
Nos cuesta ver (o, tal vez, no queremos ver), cómo todo lo malo que acontece -aquella “maleza”- atenta contra las semillas de amor, esperanza, bondad, diálogo, diversidad, solidaridad, respeto… buenas semillas que, al amparo del Dios creador, han sembrado quienes nos antecedieron y nosotros también.
Es momento de despertar del letargo y hacernos cargo del “campo”, de nuestra realidad. Sería bueno actuar como lo hace quien tiene conciencia que sembrar y cuidar el plantío, implican responsabilidad, tiempo y servicio; acciones importantes para una futura cosecha. Así, posiblemente, veríamos todo pensando en un presente que nos atraviesa la vida.
Pero en la tarea no estamos solos/as. El Dios de la vida nos sostiene y anima para sentir que su gracia nos libera del adormecimiento, despertándonos para que el enemigo, es decir, todo lo que atenta contra la plenitud de la vida, no pueda entrometerse, y las malezas no nos tapen ni ahoguen.
Hoy las fuerzas del maligno nos acosan sin cesar; de temor y duda Cristo puede el alma resguardar. Danos luz y valentía para nunca desmayar. (Canto y Fe N° 326)
Joel A. Nagel