Cristo Rey, domingo de la eternidad
¡Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo! Y había un letrero sobre su cabeza, que decía: Ése es el rey de los judíos.
Lucas 23, 37 – 38
¿Cómo es eso que alguien colgado en la cruz es Rey y Salvador? ¿Dónde está su reino? En la cruz no se puede ver gloria, poder, reinado, fuerza. Lo que allí se observa es sufrimiento, fragilidad, entrega, vergüenza, muerte.
“Mi reino no es de este mundo”, fue la respuesta de Jesús a Pilato, cuando éste preguntó si Jesús era el rey (Juan 18,36s). Un reino diferente a los conocidos. Un reino que no se basa en el poder militar, ni policial, así tampoco en el poder económico. En ese reino, el poder está en la verdad, en la entrega, en la misericordia. Salvarse a sí mismo, hubiera sido obrar con la lógica de los reyes y gobernantes de este mundo colocando al poder mundano (ejército, dinero, poder judicial) al servicio propio. En lugar de maldecir y vengarse de aquellos que lo condenaron y crucificaron, Jesús intercede por ellos ante Dios: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (v. 34).
En tu reino, Señor, el rey es Dios, que es la misericordia. Por eso quiero pedirte para que los líderes de nuestras sociedades tengan esa compasión infinita como horizonte de sus proyectos. Que antepongan el bien común al individual; que tengan en la dignidad del ser humano y en la integridad de tu creación el compás que dicta sus gestiones; que sirvan con transparencia y honestidad. Que la autoridad se funda-mente en la verdad y en el servicio a quienes más lo necesitan y más golpeados están por la injusticia, el hambre, la violencia. Amén.
Pedro Kalmbach
Salmo 122,1-5; 2 Samuel 5,1-15; Colosenses 1,12-20; Lucas 23,35-43;
Agenda Evangélica: Apocalipsis 21,1-7