6° domingo de Pascua
Les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo.
Juan 14,27
Queridas hermanas y hermanos: en un mundo convulsionado por la guerra, la discriminación y el odio, Jesús nos ofrece paz.
Si bien Él nos aclara que no es ese tipo de paz que el mundo quiere o puede darnos. En este contexto en el que vivimos, nos es difícil entender el concepto de paz. ¡Cuánta paz necesitamos, y cuánto necesitamos de la paz! Pero qué difícil se nos hace aceptar esa otra paz que Jesús quiere darnos. No pensemos solo en el ofrecimiento de paz, sino en la realidad de aceptarla. Esto nos lleva a entender que debemos creer que es posible obtener paz. La paz que Jesús nos ofrece es la paz interior que permite tener alegría en medio de los conflictos, guerras y desastres de todo tipo.
La paz y la alegría de entender que, más allá de las dificultades, Dios tiende su mano y tiene algo mucho mejor que lo momentáneo para cada uno de nosotros que creemos en Él. Este creer me compro- mete a buscar la paz, compartir esa paz que Jesús me da y posibilitar el encuentro de mis hermanos y hermanas con ese Jesús que quiere darnos a todos su paz.
Jesús no nos promete una vida y un mundo sin problemas, pero sí nos ofrece estar a nuestro lado, acompañarnos, sostenernos y dar- nos esperanza y vida eterna.
“La paz del Señor, la paz del Señor, la paz del resucitado, // no puede vivir encerrada en sí, apréstate a compartirla” (Canto y Fe número 154).
Javier Schenhals